Ya
han pasado tres días y tres noches. No soy de los que airean las
“pachangas” domingueras del correr, más que nada por no hacer el
ridículo. No me da vergüenza ser un mediocre del asfalto, pero
después de 19 años en el mundo de las carreras populares quiero
resaltar la Media Maratón Ciudad de Segovia. El cañonazo de salida
emitido por la artillería militar inicia esta peregrinación de 21
kilométros con 95 metros. Carrera dura en su trazado con muchas
cuestas y una gran cantidad de suelo adoquinado o pavés que a día
de hoy tiene sus consecuencias en mis plantas de los pies. Os he de
decir a l@s que tengáis a bien leer esta entrada, que hasta hoy es
la carrera más bonita sobre asfalto que jamás he corrido. En muy
pocos tramos de la misma te sientes solo. El aliento de la gente es
brutal, nunca dejan de animar, es realmente increíble. Recorrer el
tesoro arquitectónico y monumental que derrocha Segovia te hace
devorar los metros sin que apenas te des cuenta. La gran cantidad de
voluntari@s
del evento me arengaban como si te conocieran de toda la vida, como
si fueras parte de ellos y de ellas. Si a esto le añades que en vez
de tomar un gel obtienes durante la carrera, abrazos y besos de tu
familia y tienes las suerte de recibir más abrazos y muchos más
ánimos de tus compañeros de batallas, esos que van tres escalones
por encima de ti y que te hacen sentir uno de ellos, aunque mientan
como bellacos, te hacen disfrutar de una gran mañana.
Este
sentimiento no es imparcial, Segovia es la ciudad de mis ancestros,
junto con Burgos es la ciudad que me vio crecer y a la cual la debo
mucho, muchísimo quería decir.
Gracias
a todas las gentes que dieron un color especial a las calles de
Segovia y gracias a ese puñado de burgaleses y burgalesas que tanto
admiro, y por supuesto gracias también mejor deportista filipino del
mundo...uno que no boxea.
Si
correr es de cobardes, el domingo fui un cobarde feliz.
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